La mujer y el español: voces silenciadas y recuperadas
Quiero invitarte a leer (a escuchar, si oyes el episodio del podcast) algo más que palabras. Quiero que escuchemos las voces de mujeres que, durante siglos, han estado presentes en la historia de la lengua, aunque no siempre se les haya dado el lugar que merecen. Hoy hablamos de mujeres y español. De escritoras, hablantes, maestras, madres, copistas, educadoras, traductoras, monjas, esclavas y libertas. Porque la historia de nuestra lengua también es una historia de mujeres.
La mujer como transmisora del idioma
Empecemos por reconocer un hecho evidente, pero no siempre atendido: las mujeres han sido transmisoras fundamentales del idioma. La lengua materna es, en gran medida, una lengua transmitida por la figura femenina. A través de la crianza, el cuidado, la enseñanza primaria y la vida cotidiana, muchas generaciones aprendieron a hablar y a escribir gracias a ellas.
Sin embargo, durante siglos, sus nombres y sus voces fueron invisibilizados en los relatos oficiales de la historia de la lengua. Las gramáticas, los diccionarios, los manuales escolares, estuvieron escritos por hombres, para hombres. La mujer hablante quedó como un “sujeto secundario”, a veces como objeto de corrección o burla, como figura literaria o como símbolo abstracto —la madre, la musa, la beata—, pero pocas veces como sujeto lingüístico activo.
Y sin embargo, las hubo. Muchas.
Mujer y escritura
Monjas escritoras como sor Juana Inés de la Cruz, que no solo cultivó la poesía y el pensamiento, sino que se atrevió a cuestionar la autoridad masculina en el terreno del saber. Copistas y cronistas en conventos, mujeres esclavizadas que aprendieron a escribir para defender su libertad. Maestras rurales que enseñaban ortografía con una tiza y un pizarrón, y mantenían viva la lengua en lugares donde el Estado apenas llegaba.
También mujeres que escribieron cartas, diarios, recetas, devocionarios, y que sin saberlo estaban dejando una huella valiosísima en la historia del español. Sus textos nos enseñan cómo se hablaba, cómo se escribía, cómo se pensaba. Y muchas veces, cómo se resistía.
En mis investigaciones sobre cartas del siglo XIX en Cuba, he encontrado una protagonista excepcional: Melchora. Una mujer que escribe a su esposo preso, que usa diminutivos, refranes, repeticiones emotivas. Su lengua está llena de ternura, dolor, oralidad. Escribe como se habla, como se siente. Y su español, cubano, popular, vibrante, nos revela no solo su historia personal, sino la historia de muchas otras como ella.
El espacio de la escritura femenina
La escritura femenina ha sido también un espacio de lucha. Mujeres que no tenían acceso a la educación formal, pero aprendían a escribir en casa, en la iglesia o en la clandestinidad. Mujeres que fueron corregidas por hablar «mal», por escribir con faltas, por tener «mal estilo». Y sin embargo, siguieron hablando. Siguieron escribiendo.
Hoy, como lingüistas, como docentes, como lectores, tenemos la responsabilidad de recuperar esas voces. No por condescendencia, sino por justicia histórica. Porque ellas también hicieron el español. Porque también lo moldearon, lo enseñaron, lo defendieron, lo reinventaron.
Tres ideas y una sugerencia
- Escuchar con otros oídos. Cuando leas un texto antiguo, pregúntate: ¿quién lo escribió? ¿Qué posibilidades tenía esa persona de expresarse? Si es una mujer, intenta imaginar los obstáculos que superó para dejar su voz escrita.
- Revisar los relatos oficiales. La historia de la lengua no es solo la historia de las academias y las instituciones. También es la historia de quienes hablaron y escribieron al margen, en los márgenes, desde la sombra.
- Valorar la oralidad. Muchas mujeres no dejaron textos escritos, pero sí dejaron huella en canciones, refranes, oraciones, relatos orales. Esas formas también son patrimonio lingüístico.
Y como lectura te recomiendo un libro excepcional: Cómo hablan las mujeres, de Pilar García Mouton. Una obra breve que rescata muchas voces y demuestra cómo la lengua también tiene historia de género.
Recuerda: Cuando recuperamos la voz de una mujer del pasado, ampliamos el eco del español.