Hoy se celebra en Estados Unidos el día nacional de la escritura (#WhyIWrite). Es buen momento para reflexionar sobre este tema especialmente aquellos que estamos ligados por profesión y vocación a la escritura.
¿Por qué escribimos?
¿Por qué escribimos? Es esta una pregunta que actualmente nos hacemos muchos docentes, envueltos como estamos en una tendencia didáctico-activista que lleva a la acción y deja poco espacio a la reflexión. Hacer actividades, talleres, secuencias de ejercicios, consultar en la red, crear en la plataforma virtual, etc. constituye el día a día de muchos profesores. Pero, ¿dónde queda la escritura?
Cada cierto tiempo leemos noticias sobre lo poco que leen los españoles, encuestas sobre cuántos seres raros han leído el Quijote y cosas así, pero a pocos parece preocuparles que la gente no escriba. Sólo surge este tema cuando de vez en cuando llega la ola de preocupación sobre las grafías y expresiones en los mensajes de telefonía y el vaticinio agorero de cómo afectará al lenguaje.
La escritura creativa
Sin embargo, lo grave es que llevamos ya generaciones de alumnos que no escriben más que en los exámenes (caso que no sean de tipo test o actividades), y por lo tanto han sido privados de una fantástica herramienta para la reflexión, la madurez y la creatividad.
Personas que no saben interiorizar y formalizar lo que aprenden, que con dificultad pueden construir un párrafo de más de tres líneas y que se definen como «yo no sé expresarme», y llevan razón, porque simplemente no han adquirido esa destreza.
Y estoy hablando de carreras de humanidades, donde es excepcional el alumno que escriba bien en las pruebas y no digamos, que escriba por su cuenta por placer y disfrute de la escritura. Prueba de ello es que los TFG y TFM (trabajos fin de grado / máster) son un drama para los alumnos y una desesperación para los directores, que pasan más tiempo corrigiendo la escritura que la propia investigación.
Cómo aprendí a escribir
Ha llegado el párrafo de definir a los culpables, pero creo que todos sabemos qué o quiénes son. Sólo quiero recordar con inmenso agradecimiento a mis profesores de primaria en el Colegio Nacional «Queipo de Llano» (hoy Colegio Público «Arias Montano«) de Sevilla por su buen hacer profesional: las redacciones (diarias o casi diarias), sus correcciones minuciosas, las lecturas en clase -en voz alta-, las lecturas de clásicos de la literatura, las actividades espontáneas de teatro,.. sin otras herramientas que lápiz y papel. ¡Eso sí que era aprendizaje en acción! Despertaron en mí un placer por la lectura y un desarrollo de la imaginación y de la creatividad que creo imprescindible para un desarrollo pleno de la infancia.
Y antes del cole, durante y siempre, a mi padre, por su iniciación a la lectura de la literatura española y su mantra «¿no estás haciendo nada? ¡lee o escribe!» No hay mejor solución para esas edades de la vida en la que las horas son interminables. La biblioteca familiar y los cuadernos fueron todo un universo de expectativas.
Escribir como libertad
No creo que tengamos que pretender ser todos éxitos de venta y autores de moda. Escribir es formalizar el pensamiento, reflexionar, comunicar y crear, además del desarrollo de un montón de virtudes de psicomotricidad que mis colegas expertos podrán decir mejor que yo.
Pero sobre todo, el acto de escritura me define y trasciende, tanto si escribo un blog como un sesudo tratado de filosofía (si es que se escribe aún eso). Y, lo mejor: te diviertes poniendo en sintonía tu mano y tu mente y dejando que fluya a través de ella la emoción de crear.
¿Qué es para ti escribir? ¿Te unes a #WhyIWrite?
¿Yo? ¿Qué por qué escribo? Hace varios años habría dado una respuesta elaborada pero ahora, tras varios millones de palabras esparcidas a los cuatro vientos, creo que el motivo es… ¡Porque me divierte! Y como esa escritura -parte de ella convertida en palabra sonora- genera un buen número de respuestas, el placer se multiplica.