El nivel sociolingüístico que reflejan las cartas americanas de emigrantes españoles en el siglo XVI es, en esencia, una cuestión que depende del remitente.
En este aspecto hay que tener muy presente quién fue el autor material, el pendolista, de la carta, pero no hay que perder de vista nunca al receptor de la misiva, la mujer o el familiar, con el cual se mantenía una relación afectiva muy concreta (amor, añoranza, fraternidad, indiferencia, enojo, etc.).
Usos cultos y usos populares en las cartas
Por eso llama la atención la presencia en estas misivas tanto de usos elevados y altisonantes -imputables quizás a modelos aprendidos por el escribano- propios del carácter formulario de la documentación administrativa, o bien en el otro extremo, la presencia de rasgos propios del habla popular, de un estilo de lengua relacionado con la intimidad o incluso rasgos de germanía.
Respecto a esto último, el uso de la expresión de 1ª persona el hombre (c.167), la repetición de mira y de no digo más (c.174) recuerda, por ejemplo, el tópico lingüístico que refleja el abogado de la real Audiencia Sevillana Cristóbal de Chaves en su Relación de la cárcel de Sevilla, escrita entre 1585 y 1597.
La ficción dialógica en las cartas
En las cartas no hay un turno de palabra real, pero el hablante se comporta como si lo hubiera, por lo que cabría considerarlo desde la perspectiva de lo oral concepcional.
Es más, si comparamos la lengua de las cartas con la del expediente en el que va inserto o la petición que suele ser un resumen de un escribano, podremos ver cómo ninguno de estos factores orales se mantiene.
¿Quién escribe realmente las cartas?
Los textos proporcionan abundante información sociolingüística y pragmática. Una parte la encontramos explícitamente indicada por los interesados en el texto de sus documentos, pero hay que considerar rasgos implícitos que afectan al grupo social o al tipo de discurso.
Tenemos que contar siempre con factores tales como la escritura de la carta por otro, que incluso firma, o la copia de modelos de cartas que circulaban en la época o que tenía aprendidos el escribano.
En este sentido, investigadores como Vicenta Alonso Cortés (1986: 31) han señalado desde hace tiempo la utilidad que tendría conocer cuáles fueron los formularios que circularon y tuvieron a su disposición todas aquellas personas que escribían en Indias, porque nos diría mucho de los cambios que se iban introduciendo en este tipo documental y en la lengua de sus hablantes.
Lo cierto es que el escaso nivel de alfabetización, pese a la preocupación humanística de la época en este sentido, obligaba a muchas personas a acudir necesariamente a un escribano, especialmente en el caso de las mujeres. Creo, pues, que merecería la pena detenerse en este aspecto de la variante sexo, ya que atenderíamos así a una modalidad de semicultos sujeta a factores particulares.
Valor de la lectura y la escritura en Indias
Sabemos que cada cual, en la medida que podía, escribía personalmente, tanto por ahorrarse el dinero (los aranceles en Indias eran el doble que en Castilla) como por evitar la indiscreción de una tercera persona.
Estos documentos nos dan abundantes datos sobre el valor que tenía el conocimiento de la lectura y la escritura en Indias y se anime a «que pase algún pariente nuestro que sepa escribir» (c.247).
Son constantes en las cartas las indicaciones de los maridos a las mujeres para que velen por este aspecto de la educación de sus hijos:
- De que Blasillo ande a la escuela me he holgado mucho y por amor de Dios que le azoten si hiciere por qué y no se la perdonen, porque no se haga bellaco (c.19)
- A mi hijo y vuestro, Antonio Mateos, os encomiendo que no me lo quitéis de la escuela, sino que siempre aprenda y sepa más (c.149)
- A mi Juanico […] encárgote tengas cuidado de azotarle muy bien, porque aprenda a leer y escribir, que es lo que importa (c.323)
- Obsérvese cómo la preocupación no era tanta en el caso de la hija: los hijos de Juan López de Soria irán a España para educarse, pero la niña quiero para mi vejez, que ya me sirve y regala (c.96)
- Este muchacho y muchacha suplico a v.m. sean doctrinados y no aprenda el muchacho oficio, que quiero que estudie, como yo diré. […] Y la muchacha allá la señora Teresa Díaz la amaestre labrar y coser (c.242)
Algunos remitentes confiesan su ignorancia o dificultad en escribir, así como las dificultades para encontrar escribano:
- Y si no escribo a v.m. muy a menudo es por no saber escribir, que como no me lo amostraron, paso trabajo y muchas veces no tengo quien me escriba, y así v.m. no tiene razón para culparme como no escribo (c.69)
- Si no fueren en esta flota será porque dice no es buen escribano y remitirse a mi carta (c.115)
- Perdóneme la mala letra y el ser tan largo, que no quisera hacerla mejor sino por escribir una mano de papel que sostenemos los necios y aficionados en ser largos y enfadosos. Tuya quisiera ver una resma de papel de tus razones, que me pareciera poco (c.148)
El número de escribanos no era suficiente para atender la demanda de escritura, hasta el punto de que cuando un familiar reclama a alguien, suele considerar este aprendizaje como cualidad indispensable para pasar a Indias. Así, Ana López le escribe dos cartas en 1571 a su madre para que envíe a sus hermanos,
- hase de entender estando despiertos en leer y escribir para saberse gobernar, porque faltando esto es muy gran manquera, más el día de hoy, por estar la tierra tan delgada (c.33)
- v.m. procure que sepan leer y escribir, que es lo que en esta parte es no poco menester. (c.34)
Incluso en las cartas remitidas por los maridos a sus esposas, en algunas está presente que el destinatario final de la carta será alguna persona del Consejo, cuando el documento sea utilizado como prueba para obtener la licencia de embarque. De ahí que en algunos de los casos, el receptor fuera hombre y tendremos que valorar hasta qué punto influye en la expresión de los sentimientos y en la redacción formal de este tipo de textos.
Tenemos un significativo testimonio en la carta que María de Ávila escribe a su madre desde Veracruz en 1568:
Suplico a sus mercedes me perdonen y tengan ésta por suya, que por estar en tierra que todas las veces no se halla escribano no hago lo que soy obligado (c.192)
¿Se traicionó el escribano con esta concordancia en masculino? No es difícil encontrar discordancias de este tipo.
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