Como definición de la ciencia filológica, contamos con la tradicional que de ella propone Vitore Branca, según la cual filología es
«aquella disciplina que comprende fundamentalmente la ecdótica (esto es, la recuperación del texto exacto de una obra mediante procedimientos científicos) y la hermenéutica (es decir, el aparato histórico, lingüístico, exegético, que permite una plena y rigurosa interpretación, y que condiciona las valoraciones ideológicas, sociales, estéticas».
Las ideas expresadas por Branca, son acordes con el concepto que de ella tenía Saussure:
«La lengua no es el único objeto de la filología, que quiere sobre todo fijar, interpretar, comentar los textos: este primer estudio la lleva a ocuparse también de la historia literaria, de las costumbres, de las instituciones, etc.; en todas partes usa el método que le es propio, que es la crítica».
La visión de la filología, pues, supera el comentario lingüístico y lo integra en un universo de conocimientos históricos y culturales que en algunos casos contienen la clave, o por lo menos ayudan en buena medida, a la explicación de ciertas cuestiones lingüísticas.
El análisis filológico
Para la veracidad y fiabilidad del análisis filológico, es conveniente tanto que el investigador no tenga ideas preconcebidas de lo que «debe» encontrar, es decir, que tenga una postura crítica, como que acceda a los documentos originales o, cuando menos, a una transcripción rigurosa y fiable de los documentos.
Esta condición es particularmente necesaria cuando se pretende el análisis de los datos grafémicos, que revelarán los particularismos fonéticos del texto.
La importancia de la tipología documental
Afinando aún más, la selección del tipo de documento puede condicionar la interpretación del fenómeno lingüístico y proporcionar, en consecuencia, una información limitada. Por ello, la valoración de los datos debe estar siempre en relación con el tipo documental donde se observan.
La filología abre su interés a documentos no literarios de diversa génesis y ámbito, prestando atención a los textos jurídicos o administrativos que forman parte también de la historia de nuestra lengua, y también a las grabaciones y testimonios orales con los que podemos contar desde finales del XIX.
Historia de la lengua y documentos
Hoy, que presenciamos el abandono de las humanidades y la complacencia de una sociedad que quiere prescindir de todo el saber no utilitario, los filólogos podemos más que nunca afirmarnos como profesionales que buscamos la esencia de una lengua y su cultura en las fuentes auténticas de su interpretación, que son los textos.
Así como no hay historia sin documentos, no hay conocimiento lingüístico, educativo o social sin el reconocimiento de la historia de la lengua, en la que se decantan las modas, tendencias, costumbres, herencias, los hechos políticos, los acontecimientos culturales, … todo ello, a través del protagonismo de los hablantes de cada época. En nuestro pasado está la verdad y sólo hay que tener conocimientos y juicio para desentrañarla.
Y como estamos en una época cervantina, traigo del recuerdo estos versos de Mario Benedetti:
Dijo Cervantes que la historia
es el depósito de las acciones
y yo / salvadas las distancias / creo
que es un nomenclátor de expectativas
Así veo yo la filología.
Y para ti, ¿qué es la filología?
[…] ya al campo de la filología, es curioso observar cómo en esta ciencia se ha producido una situación parecida a la de los […]
[…] profunda y evita que se descubran mediterráneos. Por ello, es obligatoria en los planes de Filología Hispánica, en los que aparece como Fonología histórica, con el tradicional nombre de Gramática Histórica, […]
Muy interesante tu artículo, muchas gracias por compartirlo.