La mujer es una figura singularmente importante en la sociedad criolla americana del siglo XVIII. Veamos algunos aspectos de la relación entre maridos y esposas en las cartas americanas del siglo XVIII.
En entradas anteriores hemos comentado cómo las cartas de particulares americanas son un tesoro documental para estudiar muchos aspectos de la lengua y la sociedad en América. Hoy sigo comentando rasgos de las cartas del siglo XVIII. En ellas se encuentra importante información acerca de cómo era la sociedad criolla previa a los procesos de independencia.
Maridos que escriben a sus esposas
La mujer suele aparecer en esta documentación reclamada por el marido para que se reúna con él en América "y vivir como Dios manda". Así se expresa Fernando Romero desde México en 1756.
La mujer es, por tanto, objeto más que sujeto del acto de comunicación. Los números son elocuentes: frente a 161 cartas del marido a la esposa, sólo aparece 1 de la esposa al marido pidiéndole que vuelva a las Indias.
Al mismo tiempo que se hace esta petición, las cartas nos proporcionan una gran variedad de detalles de la vida cotidiana en la sociedad americana. Al mismo tiempo, se encuentra en esta documentación interesantes detalles sobre la imagen que en Indias se tenia de España.
Peticiones a las esposas
La petición del marido a su mujer para que vaya a América se expresa a veces con un estilo retórico; en otras ocasiones, con la llaneza y familiaridad necesarias para convencer, halagar o reprochar que no lo haya hecho ya.
Así, el granadino Francisco de Lara Rosales a su mujer se lo ha "rogado, pedido y suplicado por Dios y su Santisima Madre y por toda la Corte Celestial, por quien te lo vuelvo a pedir y suplicar" para que "no des lugar a mi condenación".
El santanderino Manuel Antonio de Terán le escribe y advierte a su Pepita Navarro que le envía dinero "para ayuda de los gastos de tu embarco, el que espero sea breve, porque ya estoy enfadado", y aún le recuerda antes de despedirse con una nueva advertencia:
“Cuidado que de todos modos te embarques cuanto antes".
¿Querían de verdad los maridos a sus esposas?
No vamos a hacer hipótesis sobre cuántos maridos reclamaban a sus mujeres por amor, aunque todos ellos hacen referencia tópica a este tema en la despedida de la carta:
"yo padezco la enfermedad de tu ausencia y espero curar pronto"
dice, no sin cierta deformación profesional, el cirujano mallorquín Sebastián Barceló, quien contrajo matrimonio en la Catedral de Cádiz con la gaditana Lorenza Riera y Prior.
Las leyes sobre parejas separadas
No digo que no las echaran de menos, pero hay que tener muy presente que la Corona contribuía a este llamamiento. No se aceptaba la presencia en el Nuevo Mundo de hombres casados que permanecieran allí cierto tiempo, si no era con una certificación, licencia o permiso de su mujer.
Debido a esta presión, la petición de algunos individuos es poco efusiva y más bien formal, dando la posibilidad a sus esposas de que si no quieren pasar a Indias, pidan la correspondiente licencia a Madrid y se las envíen para que ellos puedan justificar su situación ante la Real Audiencia.
La mujer tiene que dar permiso a su marido
De no tener la licencia, esta separación de los cónyuges podía hacer perder todo lo obtenido en Indias, ya que podía obligar al marido a malvender lo conseguido y regresar a España. Esta circunstancia podía ser incluso aprovechada para denunciar a alguien si se le debía dinero o se le quería perjudicar por cualquier otro motivo.
De esto se queja nuestro ya mencionado Jacinto de Lara (el que le pedía a su mujer que fuera por toda la Corte Celestial) en una elocuente carta desde México el 2 de agosto de 1730. Merece la pena leer el fragmento completo, aunque es un poco extenso:
"Y si todos estos méritos, acompafiados de tantos ruegos y mis hontrados procederes, no son bastantes para lograr el que te vengas, me remitirás mi licencia jurídica, autorizada de tres escribanos para que haga fe, porque la que traje me la quitaron con alguna ropa y no quiero perder el crédito en la Real Sala, donde la he de presentar, y al instante perder mis conveniencias e irme para España, porque sabré, remitiéndome la licencia, el que no aprecias la mucha estimación que de ti he hecho. A lo cual no darás lugar porque me iré pobre y abatido, y perderé lo que me deben, y el principal de mis deudores es el dicho Escalera que, porque perdiese lo que puse en su poder, denunció en la Real Sala de esta Corte, el ser yo casado en esos reinos y que te había dejado, y que no había venido con tu beneplácito: pues todo ello fue a fin de no pagarme y que me fuese aceleradamente a esos reinos. Cuyo pleito me ha costado más de dos mil pesos, ya la hora de ésta no he conseguido el éxito de la paga"...
La imagen de España en la América del siglo XVIII
El hombre no estaba dispuesto a regresar, una vez que había conseguido algo de prosperidad y lo manifiestan claramente: "más fácil será que me lleven amarrado que no que me saquen".
Pero, sobre todo, el motivo es que en América se tiene una imagen muy pobre de España. Desde Lima en 1704 escribe el comerciante Martin Dulz Arma:
"Y esto no es decirte no quiero ir a España, que lo deseo con todas veras, pero hago el reparo referido de las paces y lo aniquilada que está España con tantos atrasos y tantos pechos y derechos, lo que no hay por acá".
La expresión que se suele repetir es que en España "no hay padre para hijo", mientras que en Indias se estima mucho a la gente de España y mal que bien, se puede vivir medrando cada cual según su aptitud y fortuna personal, " ... que esta no es tierra de caballeros ni bribones"
Así dicen las cartas y esto era lo que más atraía del Nuevo Mundo: la esperanza de que un individuo pudiera cambiar su suerte y ascender en la escala social.
Prejuicio hacia las criollas
Junto a esta legitima ambición de ser valorado por las propias obras, no hay que olvidar el prejuicio del español peninsular frente al criollo, en especial a la criolla, como vemos en esta carta de Rosalía de Gasea:
" ... que nada has perdido ni pierden en que te hayas casado en las Indias, que también en las Indias hay nobleza, como por acá, y no es señora, ni señor el que nace, sino el que lo sabe ser".
Un viudo que se casa en América transmite a su hija estas palabras sobre su madrastra:
"y dice que, aunque es criolla de las Indias, no deja de distinguir por el sonido que cada persona habla. [...] Yo de mi parte os digo que si os han informado que es de baja esfera miente todo el mundo, porque si es morena por su color, por su sangre y operaciones no lo es, que es nieta de vizcaíno e hija de español y española, e hija de sus obras, como te informará tu tío".
¿No quieren reunirse con sus maridos estas esposas? ¿Por qué? Me temo que esto tenemos que dejarlo para otra entrada. Pero dime que no es interesante leer las cartas de estos hombres y las mujeres, que mantienen una correspondencia inspirada no por el amor, sino por el interés de un vida mejor.
Los amantes de la historia del español de América nos asomamos a estos textos para descubrir cómo era la vida cotidiana en América, las costumbres y preocupaciones de los hombres y mujeres separados por un océano, pero unidos por la pasión de la vida.
Buenos días.
Estoy cursando la materia Historia de la literatura española. Casualmente en la lengua, sus orígenes y cómo fue evolucionado a través del tiempo. Los americanismos . Me interesa este tema.