En las primeras cartas el Obispo Valdivieso hace un análisis de la situación que encuentra al llegar a su diócesis y propone una serie de medidas. No obstante, muy pronto escribir se convertirá en una urgencia y en un desahogo personal.
La tercera carta del obispo Valdivieso
Valdivieso llegó a sufrir una tensión nerviosa extrema ante la virulenta hostilidad de las importantes familias criollas a las que tenía que restringir sus privilegios. La ofensa, el peligro de daño personal y la muerte, se van advirtiendo progresivamente a lo largo de sus escritos en un crescendo que culmina cuando se cumplen sus peores presagios.
El tono de la tercera de sus misiva es mucho más triste y en ella se dedica a contar los pormenores de la situación del indio señalando quiénes son los responsables de su estado:
«tengo por inconveniente acudir a esta Audiencia por el remedio, porque los agravios de los naturales suelen ser cutidianos y aunque en ella tengan noticia de uno, no la tienen de mil. I en las justicias hordinarias no tiene favor porque tienen por propio agravio el amparo de los miserables i an tenido costumbre de servirse de ellos y de sus muxeres i hijos, i por suyo hasta el tiempo que Dios les dio y les parece que de lo que duermen les hacen gracia i dello les quitan lo que pueden. […] En las que e escrito a vuestra magestad y su Real Consejo, doy noticias de lo que siento en las justicias, porque entiendo que todo el mal de Indias nace dellos, y que remediadas, se remediaría todo» (15 de julio, 1545).
Por si acaso… cartas duplicadas
A estas alturas de su ministerio y sólo dos años desde su llegada, se sabe vigilado y hostigado, hasta el punto de que empieza a escribir cartas duplicadas con el fin de garantizar su recepción.
El envío de copias era práctica habitual por el peligro de naufragio, pero no es esto lo que preocupa al Obispo. Cinco días después de la anteriormente citada, escribe otra carta como medida de seguridad, pues
«son tan sospechosas nuestras cartas en estas partes y todas aquellas de que se espera V.M. ser avisado, que no sólo se teme que acá serán descaminadas, según la diligençia se sabe poner en ello, pero aún llegadas a esos reinos se teme ayan estorvo. Por esto depriesa escribo ésta para que V.M. tenga notiçia de las otra«.
La copia contiene un índice del contenido de la otra, pero es más expresiva en su punto de vista y emociones:
«Lo que yo siento de la poca hobediençia y temor y amor que a V.M. en estas partes se tiene no lo puedo dezir con palabras que a los que no lo veen no parezcan demasiadas».
Insistencia en el trato a los indios
El duplicado del 20 de septiembre está escrito desde Gracias a Dios. Antonio de Valdivieso ha ido a esta Audiencia para pedir una vez más el cumplimiento de las Ordenanzas reales.
Es un documento extenso en el que incide pormenorizadamente sobre la situación del indio, los abusos y las dificultades que de ellos se derivan para la evangelización:
«los escándalos que en estas partes se hazen contra estos miserables son para infiçionar todo el mundo e infamar y hacer aborrecible el nombre de Jesucristo entre todas las gentes, porque no hay naçión ny la a avido tan herrada en este caso que del mayor bien del mundo han sacado el mayor mal del mundo. […] los que pecan, pecan sin vergüença ni temor, creyendo tener las espaldas seguras. Y tienen razón, porque aun a los clérigos no nos dejan castigar. Y queriendo castigar alguno, apellidan la voz del rey contra la de Dios y no es sino la del demonio la que ellos apellidan, que la de V. Alteza nunca fue contra la de Dios«.
Petición de ayuda al rey
Para llevar a buen término su tarea, pide una vez más el favor del Rey «sin el cual el que acá viniere por Prelado, o se ha de ir al infierno, o tornarse a España» y buena prueba de ello es la noticia que le ha llegado del asesinato del juez eclesiástico que dejó en Nicaragua, al que «le dieron seis cuchilladas de muerte por cosa bien fácil», acto en el que hay que ver una advertencia al propio Valdivieso.
Nada de esto lo arredró y continuó su batalla excomulgando y encausando a quien le pareció que atentaba contra la justicia y la moral principios de la fe católica. Las quejas de los excomulgados llegaron a España, pues Carlos I firma varias cédulas en las que le pide que aplaque su actitud: «os encargo que en cosa desta calidad tengáis toda templança en gran miramiento de no hazer caso de Ynquisición adonde no lo hubiere bien notorio» (en Valladolid, 1 de junio de 1549).
El 19 de octubre, estando en Gracias a Dios, y él escriben al Consejo de Indias haciendo una recapitulación de la situación y de sus propias actuaciones fundadas en derecho. Conservamos copia del documento que argumenta de forma consistente el deber legal de defender a los miserables, la competencia de los jueces eclesiásticos en tales menesteres y la obligación de todo individuo a comparecer si así se le requiere.
Describe a los indios como seres naturalmente próximos a la religión, aunque azotados por la pobreza y el miedo, pusilánimes y carentes de ciencia y experiencia. Las Casas y Valdivieso se apoyan en el derecho canónico para defender que las causas de los nuevos convertidos pertenecen a la Iglesia,
«pero porque los alcaldes y justiçias hordinarias de las çiudades y villas y lugares donde no residen las Audiencias reales y no ay legados son comúnmente hombres ydiotas y que inoran de los santos Cánones, aunque [esto] no los escusa, y otras veçes aunque los an leydo por su maliçia y menospreçio y desobediençia no los guardan«.
Y concluye:
«no podremos (…) sino denunçiar [como] descomulgados a cualesquier personas de cualquier estado, dinidad o preminençia, que sean ympididores de la jurisdiçión eclesiástica y violadores de la libertad de la huni[ver]sal Iglesia; y ansí lo protestamos de hazer y cumplir, sin faltar una jota«.
A lo largo del escrito se desgranan los cánones relativos para concluir que es obligación de los obispos y pastores el celo de estos asuntos «no solamente de los baxos e ynferiores, pero de los altos y superiores, aunque sean de los reyes y prínçipes; no sólo de los opresos y tiranizados, pero de los opresores y tiranos», pues tendrán que dar cuenta de las almas de cada uno. Es este un texto vibrante y fundamentado, que defiende con valentía las competencias de la Iglesia.
Continuó su pastoral el obispo Valdivieso en medio de una sociedad conmocionada por un individuo que no consentía el incumplimiento de la ley civil ni moral y a quien las continuas amenazas no parecían haber desanimado.
¿Cómo terminó esta situación? En una próxima entrada te lo explico.
[…] leído los documentos escritos por el obispo Valdivieso? en próximas entradas analizamos sus […]