El verano es un momento que aprovechamos para hacer cosas que queremos, que nos gustan, que nos saquen de la rutina del año. Tenemos muchas esperanzas en este tiempo porque durante lo que va de año hemos postergado cosas: “este verano me dedico a…, este verano hago…”
Si las Navidades son el tiempo de los nuevos propósitos, en esta época parece que sentimos que ya no queda mucho tiempo, que hay que aprovechar porque la lista de cosas pendientes no solo sigue tal cual, sino que ha engrosado aún más.
Para los profesores, además, el año es nuevo realmente en septiembre, cuando por fin te desprendes de un curso e inicias el siguiente. Es el cambio de curso, libros, alumnos, actividades…
Propósitos para el verano
Está claro que nuestros propósitos deben encajar en las circunstancias que nos rodean. Si te gusta viajar y tu anhelo es, por ejemplo, irte a pasar unos días de descanso al monasterio de Kozheozersky —voy a mirar ahora mismo en Internet dónde está— y puedes hacerlo… ¡adelante! Pero muchos vemos ligadas nuestras vacaciones a la misma casa del año, con un cambio en los horarios y algo más de tiempo, pero en realidad no mucho más.
Por eso a veces no tienes una sensación de descanso y, cuando terminan las vacaciones, te parece que has desaprovechado la oportunidad de cargar las pilas antes del intenso tirón hacia el final de año.
Como todo el mundo, tengo mis planes viajeros para el futuro pero, hoy por hoy, no salgo de vacaciones y eso se convierte en un arma de doble filo. Pues ya que estás en casa, te dedicas a poner orden, revisar, limpiar, organizar archivos de ordenador, papeles de banco, facturas… y un largo etcétera.
Que no digo yo que esté mal pero, seamos honestos, no llena tu vida ni le da razón de ser a un período de vacaciones. Es algo así como contestar el correo electrónico que satura tu buzón de entrada: hay que hacerlo antes o después y el buzón a cero da una inmensa sensación de dominio, pero disfrútala porque será breve, seguro.
Muchos encontramos en estos días un momento único en el que no estamos sometidos al papeleo y la burocracia que va fagocitando el sistema educativo actual. Y entonces, te dedicas a preparar clases, cursos, artículos y ese sin fin de cosas que has ido dejando aparcadas porque no te da tiempo y requieren un mínimo de calma y de concentración, al menos para dar el primer empujón y pensarlas con tranquilidad.
Mi biblioteca y yo
Hay cosas que me funcionan en estas circunstancias y que de una parte, puedes hacerlas en medio de los rigores del verano sevillano y, de otra, te harán sentir que has avanzado en tu vida, cuando mires hacia atrás a las puertas de septiembre.
Pensando en mis veranos pasados, creo que uno de mis recuerdos más profundos es poner en orden la biblioteca de mi padre (una biblioteca de lector nato, no de coleccionista), y esto sí que sigue dándome una gran sensación de descanso, de paz y de recapitulación.
Revisas los libros, los ordenas (los limpias, claro) y recolocas las piezas conforme a nuevas necesidades, espacio, proyectos. Me doy pequeños caprichos efímeros, como los lomos alineados por una vez y todos los títulos en la misma dirección. Citando a Mafalda, requetecontraodio a las editoriales que intentan que pilles una tortícolis poniendo los títulos al estilo inglés…).
Es el momento de saborear un libro momentáneamente a través de sus portada, de sus recuerdos, de releer o de revisar unos párrafos marcados hace tiempo, de recordar cuándo lo leíste. A veces recuerdo más de mi vida a través de esos libros que de una fotografía. Para mi esto sí es resetear el año, revisar cómo ha sido y dejarlo listo para emprender con entusiasmo el siguiente ataque.
La biblioteca de investigación
Además de la biblioteca de lectura tengo otra de investigación: los libros de español de América, historia de la lengua, historia de América, enseñanza de español, etc. Es una parte que crece cada año con fuerza y amenaza con devorar todo el espacio de forma insaciable.
Este año añado una tercera biblioteca, la digital, a la que no he hecho mucho caso hasta ahora; a lo tonto a lo tonto, ya cuenta con varios cientos de títulos en formatos diversos y necesita un poco de mimo. Son distintos espacios y soportes, pero esos tres escenarios me producen una intensa sensación de libertad y profundidad.
Así que hoy te invito a volver a tu biblioteca, leer, pensar, escribir, sin el agobio de la rutina que te permite ganarte la vida y en la que pronto de verás inmerso. Con el tiempo, tengo conciencia de que estos espacios configuran mi experiencia, mi presente y, en muchos aspectos, algunos de estos libros definen lo que soy.
Cuando vuelvo a ellos, siempre encuentro joyas, obras que había olvidado, que esperan pacientes su tiempo o que me apetece releer. Nada te descansará y acompañará más en las horas de calor y reclusión en casa.
Y del papel a la pluma, a escribir y disfrutar de esa historia en paralelo que son los libros de tu vida.
Y tú, ¿también disfrutas de tu biblioteca en verano?