En una entrada anterior, comentamos cómo el léxico patrimonial español echa mano de sus recursos para la formación de palabras y acoge nuevos significados a las ya existentes.
En una segunda etapa, nuestra lengua establece una estrecha relación con las indígenas, intercambiando voces al tiempo que aprendía y mercadeaba con plantas, utensilios, alimentos, etc. y los incorporaba al sistema de subsistencia del poblador español.
El indigenismo léxico
El indigenismo léxico entra en el español y se aclimata a él, si bien en ocasiones mal pronunciado -como criticaba Antonio de Alcedo- al tratar de acercar los sonidos originarios a la fonética castellana, o transformándose mediante la etimología popular:
«Los americanismos se han ido castellanizando: cada uno oyó como pudo, y las variantes fueron muchas y se perpetuaron deformadas» (Manuel Alvar, «Cronistas de Indias»).
Pero, al fin, la adopción es definitiva, creando en ella descendencia mediante las posibilidades lexicogenésicas de la lengua española y difundiéndose por los territorios americanos conforme éstos se iban conociendo.
Se llega, así, a la meta del descubrimiento, al enraizamiento e identificación del hombre castellano con la nueva tierra, mezclándose con ella y dando lugar al mestizaje tanto en la vida como en la lengua. En palabras de Manuel Alvar:
«La lengua se va aindiando conforme adelanta el conocimiento de la realidad. […] La lengua se moldeaba de acuerdo con la realidad y ayudaba a captar la inédita naturaleza.»
Procedimientos léxicos para describir América
En conclusión, la lengua española ensancha su caudal léxico en contacto con la realidad americana dado que al no haber una correspondencia semántica exacta con los términos que nombraban las realidades europeas conocidas, era urgente crear nuevas posibilidades de designación. Se produce, así:
- la ampliación semántica de voces patrimoniales
- la adopción de otras nuevas, procedentes en su mayor parte de las lenguas indígenas (el indigenismo léxico)
De esta forma se gesta el «americanismo» como rasgo particular del español hablado en América, y que constituye uno de los factores más significativos de la lengua española a lo largo de los siglos XVI y XVII.
«Pero la lengua, como las criaturas, necesita un proceso de aclimatación. Al principio es poco lo que se entiende, si algo se entiende: es la desazón del descubridor que no sabe contar. Luego, los ojos abiertos, entran las cosas hasta hallar acomodo en los nuevos corazones: se describen, se comparan, se acercan a lo que pueda hacerlas valederas en la nueva cultura. Por último, la palabra de la nueva realidad, identificada ontológicamente con ella, se transmite. La lengua se hace mestiza porque sólo en el mestizaje se puede vivir y en el mestizaje se puede salvar lo viejo válido y lo nuevo acepto.»
Textos citados:
Manuel Alvar, «La lengua en la nueva realidad», ABC (Sevilla) 27 abril, 1987).