La creación del Archivo General de Indias es un hecho fundamental para el conocimiento de la historia del español en España y en América.
Corría el año 1779 cuando Juan Bautista Muñoz, Cosmógrafo Mayor de Indias, puso en marcha el encargo que había recibido de Carlos III: hacer una «Historia del Nuevo Mundo», fundamentada en los documentos y libre de los estereotipos que corrían en las obras de la época.
La recopilación de documentos
Para llevar a cabo su tarea, Muñoz convenció al entonces Ministro de Despacho de Indias, José de Gálvez, de la necesidad de acometer como paso previo una tarea de recopilación documental. El porpio Gálvez había experimentado el estado desastroso en que se encontraba la documentación de indias, cuando en 1773
fue enviado al Archivo de Simancas para la búsqueda de documentos para el proceso de beatificación del obispo de Puebla de los Ángeles Juan de Palafox y Mendoza. Los papeles situados en la Sala de Indias se encontraban en un estado de desorden tal que le fue imposible encontrar documentos útiles para su propósito. Como consecuencia de esto, remite un memorial de 30 de abril de 1773 al Presidente del Consejo de Indias sobre el amontonamiento y difícil accesibilidad de la documentación conservada en Simancas. (Guía del AGI)
De esta forma, era absolutamente necesario reunir «los documentos indianos mal custodiados y coordinados y además dispersos por Simancas (Antiguos papeles del Consejo de Indias), Madrid (Consejo, Contaduría y Ministerio de Indias) y Sevilla y Cádiz (Contratación y Consulado)» (Romero Tallafigo, 1981:154).
Este material sería la base firme sobre la que se construiría la verdadera historia de América, escrita sobre los documentos y no sobre las opiniones, en ocasiones tendenciosas.
La creación del Archivo General de Indias
Tras numerosas gestiones y reconocimientos, se decidirá la creación de un archivo que reúna todos los papeles relativos a Indias en la antigua Casa Lonja de Sevilla, construcción de estilo renacentista proyectada por Juan de Herrera. Este local que contaba con las suficientes condiciones arquitectónicas de seguridad y espacio para tan extensa y desperdigada documentación.
En 1785 comienzan las obras de adaptación del edificio y en septiembre de ese mismo año sale el primer envío del Archivo General de Simancas (AGS). Nace así el Archivo General de Indias.
Continuó la recepción de material hasta este siglo, para llegar a constituir el importantísimo tesoro documental de más de 43.000 legajos, de inexcusable estudio y consulta para el reconocimiento de cualquier aspecto de la vida y la cultura hispanoamericana.
En efecto, el fondo documental de Indias está compuesto no sólo por los papeles expedidos por las instituciones de la burocracia indiana, sino también por
las y huestes que van efectuando la penetración y población de los grandes espacios americanos, y después de ellos las autoridades todas y los particulares que allí se afincan. El descubridor, el poblador, el fraile, el jurista, el encomendero, el arbitrista, llenan incansables folio tras folio, en los que narran, piden, proponen, reclaman, protestan, se apasionan, en juicio o fuera de él, ante toda clase de autoridades, hablando a todas, y al rey el primero, con una franqueza, una energía y una libertad de expresión, que hoy nos resulta extraña y desusada (de la Peña y Cámara, 1958: 57).
Archivos e historia de la lengua española
Tradicionalmente los archivos han sido territorio de historiadores, geógrafos y poco más, pero desde hace décadas, la filología se ha adentrado en el mundo de los documentos. Lógicamente, la estructura de estos centros -y el de Indias no es una excepción- sigue unos criterios administrativos, geográficos y de gobierno.
El filólogo no tiene un inventario de rasgos, caracterizaciones sociolingüísticas o tipología documental lingüística hecho a la medida de sus intereses. Sin embargo, con un poco de conocimiento de la historia de España y su gestión administrativa, podemos entrar en un territorio como el que ofrece el AGI, con un impresionante cúmulo de datos y experiencias preservados celosamente para la historia de las relaciones lingüísticas entre lo que hoy es España y América; historia compartida y narrada, que sólo puede conocerse tras el necesario y fundamental despojo de fuentes documentales verídicas.
¿Has investigado en el AGI? Me encantaría conocer tu experiencia.
Referencias:
- De la Peña y Cámara, J. Mª. (1958) Archivo General de Indias de Sevilla. Guía del visitante, Madrid, Dirección General de Archivos y Bibliotecas.
- Romero Tallafigo, M. (1981) «La instalación del Archivo General de Indias en Sevilla: vicisitudes de un proyecto archivístico», Primeras Jornadas de Andalucía y América, II, La Rábida, Instituto de Estudios Onubenses.
PS. Los archivos y bibliotecas se identifican de forma estable con unas siglas. En una próxima entrada te explico cuáles son.
[…] es, más que un problema, un auténtica satisfacción, tanto por la riqueza de los fondos del Archivo General de Indias (AGI), como por la facilidad de consulta en línea a través de la plataforma […]
[…] un trabajo riguroso y competente. Hoy te invito a conocer un poco más la documentación del Archivo General de Indias de […]
Excelente aproximación. Tal vez, sería bueno no confundir o identificar lingüista con filólogo, o matizar algunas generalizaciones, como la de que los filólogos se sirven de los archivos desde hace tan solo unas décadas.
Muchas gracias por comentar. Me refiero al filólogo en el sentido etimológico, al estudioso de los documentos desde el punto de vista lingüístico, ecdótico, etc. En fin, los filólogos empezamos por un tema y acabamos abordando muchos aspectos de los documentos y su entorno social. Por supuesto, siempre ha habido filólogos en los archivos pero hace treinta años, cuando yo empecé, puedo asegurar que éramos absolutamente raros, al menos en el AGI. Afortunadamente, hoy se está desarrollando una gran investigación en torno a los archivos y a todo tipo de documentos. Un afectuoso saludo.