Las cartas de reclamo constituyen un tipo documental que vertebra las relaciones sociales entre España y América desde el siglo XVI hasta el XIX. Ya hemos hablado de este tipo de documentos. Las cartas expresan una necesidad (generalmente, la reunificación familiar) o de los estados de ánimo y opinión sobre la vida en América. Toca ahora el turno de dedicar un poco de atención a las que se envían en el siglo XVIII.
Las apreciaciones personales, dudas y requerimientos se esparcen por estas epístolas, la mayoría dirigidas a las esposas que aún estaban en la Península y generalmente se envían con la finalidad de animarlas a pasar al Nuevo Mundo. Aunque en menor número, también son destinatarios de dichas cartas otros miembros de la familia, amigos y deudos en general a los que se les da noticia de la suerte del autor y con frecuencia se piden objetos, noticias de familiares o incluso el embarque de alguno de ellos.
Documento privado y público
Aunque las cartas privadas se escribieron con una proyección íntima, poco hay de privado en la documentación indiana, no ya porque los investigadores de los siglos siguientes accedamos a ellas, sino porque estas misivas eran leídas a otros familiares, a veces por expreso deseo del remitente.
Además, estas misivas servían como prueba administrativa para otorgar la autorización necesaria que permitiera a un familiar marchar a Indias. Esta es la razón por la cual muchos de de estos documentos terminaron formando parte de los fondos del Archivo de Indias, junto al correspondiente expediente de petición de licencia.
Nos quedamos, sin embargo, con una imagen parcial de estos diálogos a través del océano, ya que no tenemos las cartas que respondían desde la Península, y sólo se conservan de manera muy dispersa en los fondos archivísticos americanos aquellas que fueron utilizadas en su día como documento probatorio.
Nada de lo anteriormente dicho es obstáculo para que encontremos en ellas un tono más intimista y emotivo que en otro tipo de documentación oficial, donde sería extraño tropezar con un
«querida de mis entrañas, amada esposa mía de mis ojos»
como se dirige a su esposa el sevillano Francisco Domínguez Morales, de profesión carnicero, desde México en 1721.
Recomendaciones para el viaje
Las recomendaciones para el viaje están llenas de razones prácticas y también piadosas, como en el caso del trianero José Rodríguez Vidal, quien recuerda a su mujer que se encomiende para tener un feliz viaje:
«y pídeselo antes de salir a mi Señora Santa Ana y a su Hija Santísima con una misa cantá en mi nombre, y otra a nuestro viejo San Francisco de Paula».
El también sevillano Fernando Sáenz, residente en la villa de Sombrerete (México) y casado en la iglesia de San Vicente el 5 de enero de 1752 con Antonia Fagúndez:
«y no dejes de encomendarte a la Virgen de la Soledad de esta villa».
Contenido de las cartas
Las cartas contienen básicamente referencias del eje temporal del enunciador:
Dan cuenta de la situación económica y social del remitente: si «tienen conveniencias» -como se dice- o están en desgracia, así como su consideración en la sociedad americana.
- Expresan el estado de ánimo y físico: contratiempos sufridos en los negocios y enfermedades, que a veces se describen con meticulosos detalles.
- Envían mensajes o dan noticia de los objetos enviados a los parientes en la Península.
- Solicitan que algún familiar -en especial la mujer y los hijos- pase a América y envían recomendaciones y dinero. Para gastos de viaje suelen enviar unos 200 pesos, generalmente mediante poder, ya que enviarlos en metálico sería un riesgo enorme, debido a las peripecias que tenia siempre la navegación).
Pero el mar daba miedo y muchos tienen que insistir y animar a sus parientes de forma reiterada hasta que consigan que estos tomen la decisión de zarpar. Es admirable la carta de Ángel Miguel Rodríguez Durán que en su viaje a Indias el barco fue saqueado por los ingleses, quedó en Veracruz en la mayor indigencia y con su trabajo reunió lo preciso para establecer una pulpería. Aun así, tiene valor para animar a su esposa en los siguientes términos:
…a más que todos los navíos que van y vienen a España, vienen cargados de señoras de todas clases, que a la hora de ésta no he sabido que ninguna que se haya muerto de susto, ni ahogado. y así, como te digo, no te pares en nada, sino en manos a la obra y con sigilo, no sean vuestras mercedes como las gallinas, que para poner un huevo alborotan una ciudad»
Consejos para el viaje
Son interesantísimos los consejos sobre el viaje y lo que han de llevar. Hay peticiones curiosas de objetos, pero sobre todo insisten en documentos y ropa: de una parte, los papeles de hidalguía y la carta de casamiento (para demostrar la legalidad) y de otra, ropa de vestir, para que la llegada a puerto de parientes mal ataviados no les haga avergonzarse, así como ropa de casa y encajes, muy apreciados y caros en Indias.
El adorno personal y la apariencia a la llegada eran fundamentales, y rara es la carta que no tiene advertencias al respecto: la mayoría insiste en que, si no se hace de acuerdo con la moda criolla, avergonzarán a la persona que vaya a recogerlos o sufrieran alguna humillación. Así lo advierte claramente Salvador Sala, quien escribe a su esposa desde Veracruz en 1764:
«Te advierto que, si vienes, hagas por venir como es justo y no hacer reír a la gente».
Y aún con más claridad lo dice Simón Vázquez desde la Florida en 1745:
«Te prevengo que en la América se mira a las personas por la ropa, y asi te aconsejo los andriales, porque, además de que acá es gala, sirve de tápalo todo. En la Florida saltarás con el mejor y con tu mantilla, y pañito blanco, amarrado a la cabeza, la niña sin paño.»
Las cartas privadas remitidas a lo largo del siglo XVIII desde distintas zonas de América, se encuentran en el Archivo de Indias de Sevilla, en las secciones de Contratación y Arribada.
Una versión modernizada de las mismas está publicada por los profesores Isabelo Macías y Francisco Morales Padrón (Junta de Andalucía, Conserjería de Cultura y Medio Ambiente, 1991).
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