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Interpretar la realidad en la crónica de Baltasar Obregón

por Eva Bravo

25 octubre, 2015
octubre 25, 2015

Al margen de los signos que se encuentran escritos en la crónica, Baltasar Obregón da noticia de distintos sistemas utilizados por los naturales para conservar en la memoria los hechos de su pueblo.

Cómo conservan su historia los naturales

Pronto se tiene conocimiento de estos signos, que despiertan el interés de los europeos por lo que pueden contener de antiguas historias y tradiciones de un pasado de esplendor, corno en el caso del virrey Mendoza, o por puro interés etnolingüístico o misionero, como en el caso de fray Bernardino de Sahagún.

«En la casa real, palacio y salas del poderoso y riquísimo rey Moctezuma, señor de la insigne y gran ciudad de México Tenochtitlán y reinos del Imperio mexicano, halló el marqués don Hemando Cortés muchas curiosas y agradables pinturas, letras y caracteres al modo de su antiguo escribir, en ricas y bien tejidas mantas y papeles de hojas de árboles grandes y de delicada mano tejidas, de admirables y vistosas colores y pinceles; las cuales a los ojos y al entendimiento daban gran contento y muy mayor a las personas curiosas» (cap. 1, l).

Estas pinturas, cuentas, letras y caracteres guardan los hechos del pueblo mejicano como recuerdo del pasado vivido del que se debe aprender; porque el indio vive un tiempo cíclico en el que el futuro no es más que la realización de una serie de profecías anotadas ya en su tradición. Constituyen, de esta forma, un legado cultural para sus descendientes que les ayudará a comprender mejor el presente que les toque vivir.

La perspectiva europea de la historia

Básicamente lo mismo es lo que trata de hacer el cronista: narrar a sus compatriotas y a sus descendientes la historia de unos hechos que se ofrecen al servicio de Dios y de la Corona, y que tienen lugar en un escenario ignoto y sorprendente que, hasta ese momento, era solo posible encontrar en la lectura de los libros que narraban las hazañas de los héroes de flcción.

La función del cronista es, por lo tanto, semejante a la de un recodificador, en el doble proceso comunicativo que se produce:

Obregón-1

La lectura de esta Historia de los descublimientos de Nueva España y de otros textos semejantes de la época nos pone de manitiesto la desbordante fantasía de los primeros escritos sobre el continente americano.

Contar el descubrimiento de América con credibilidad

Pero, ¿cómo hacer creíble esta historia a un lector ajeno a esta realidad? Este receptor es un elemento de primera magnitud en la crónica indiana, ya que el autor lo tiene muy presente a la hora de narrar los hechos. No olvidemos que el receptor era, generalmente, el Consejo de Indias, órgano con supremos poderes para todos los asuntos de Ultramar, y del que el autor espera una respuesta en fonna de compensación (cargos, honores, medios una nueva exploración, etc.).

El texto cronístico lucha por obtener una recepción como texto pragmático y no como texto de ficción, pese a la interpretación fabulosa que puedan tener sus contenidos. Para ello se utilizan dos recursos:

  • la verosimilitud de la historia, y
  • el lenguaje en el que la cuenta.

La verdad en la historia

interpretar la realidad en la cronica de ObregónLa verdad, desembarazada de toda ficción que pueda enturbiar o tergiversar los hechos, es el eje fundamental en tomo al cual han concentrado sus esfuerzos todos los historiadores desde la antigüedad.

Las primeras conclusiones de los griegos se inclinaban a considerar la experiencia directa vivida como garantía máxima de autenticidad; en esta concepción se inscribe la crónica indiana.

Historia, relación, crónica, comentario…. todos estos términos son utilizados por Obregón para aludir a su documento; y es que todos ellos eran, hasta el siglo XVI, sinónimos para designar «obras cuyo autor daba cuenta de hechos que realmente habían acontecido» ( Lozano 1987).

El valor de la experiencia personal

La experiencia personal cuenta con el complemento indispensable de las lecturas de otras crónicas y, sobre todo, de la información oral de otros participantes en la acción.

… Y al final siempre la lengua, como medio insustituible para conocer y designar, para comprender e interpretar los seres y objetos americanos hasta ser capaz de «contarlos», de aprehenderlos y de hacerlos comprensibles para lectores que nunca habían visto las «realidades» narradas.

En este camino, el cronista va realizando una síntesis personal de los sucesos, interpretados a través del tamiz de su propia tradición cultural, de su fantasía y de sus creencias:Obregón-2

Nombrar como medio de explicar la realidad

Llevado por la necesidad práctica de poner nombre a las cosas, el europeo sentirá una gran incertidumbre en los momentos iniciales del contacto para expresar lo que ve, problema que resurgirá cada vez que se adentre en territorios desconocidos y contacte con otros pueblos. Reacciona en un primer momento recurriendo a la memoria de los seres y objetos de la Península, estableciendo mediante esta comparación las semejanzas y diferencias.

Por ejemplo,  los perros son

«del tamaño de alanos de Castilla; sirven con enjalmas de cuero que casi imitan a los caseros de por ac:1. […]; tienen muchos y no ladran como los de Castilla, no hace más de amenazar y regañar los dientes y gruñen y échanle bozales» (cap. 3, l)

Así describe al escuincle mexicano.

A veces tendrá que acudir a su imaginación, pero al final se impregna de lo indígena, mezclando su lenguaje y su punto de vista. Surge así el mestizaje, que supone la conquista definitiva de la tierra americana mediante la palabra, el único instrumento capaz de acercar la vivencia de una fantasía inefable a lo conocido, a lo comprensible, en una tensión enriquecedora y atrayente que aún hoy pugna por parecer real.

En este contexto se comprenden bien las palabras de Alejo Carpentier:

«¿Pero qué es la historia de América toda sino una crónica de lo real maravilloso?»

Referencias:

  • E. Bravo García (1987). «Lenguas indígenas y problemas de contacto lingüístico en las relaciones geográficas del siglo XVI», Philologia Hispalensis, 2/l. 11 9- 132.
  • J. Lozano (1987), El discurso histórico, Madrid, Alianza.

 


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Crónicas y cronistas, Personajes


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